Fuente y lavadero del Carbayedo
Recintos, hoy en desuso, utilizados en Avilés a lo largo del tiempo para lavar la ropa a mano y que jugaron un gran papel social por ser el único lugar de masiva y exclusiva reunión femenina.
Hay quien opina que las civilizaciones se miden por el consumo que hacen del jabón, uno de los mayores inventos de la humanidad.
Fue con jabón artesanal como las mujeres avilesinas de la Edad Media con una tabla a cuestas y en la cabeza un barreño cargado hasta los topes, tuvieron que buscarse la vida para lavar la ropa. De la roña corporal ya hablaremos porque es episodio aparte.
Antiguo lavadero de Sabugo. |
El resto de la población, del centro, buscaba pozos en los pequeños ríos como el Tuluergo o el Magdalena. Pero había que caminar bastante, así que muchas aprovechaban el agua que arrollaba en la zona baja de Cabruñana razón que explica el porqué de estar allí la fuente de La Cámara.
También iban a la fuente Corujedo, situada en terrenos donde hoy se asienta la Oficina de Turismo. Doy fe, por trabajar unos años en ella, que las aguas de Corujedo siguen su histórico transcurrir de siglos y aunque a día de hoy vayan subterráneas, la humedad inundaba las paredes como descojonándose del ‘acierto’ que tuvieron los que levantaron allí el edificio –a mitad del siglo XIX– y los que pagaron las sucesivas mejoras realizadas en el inmueble porque el agua sigue trabajando a los inquilinos generando catarros, sembrando reumas o alimentando artrosis. Que el agua es muy caprichosa.
En 1755 tenemos noticias de que fue enlosado el suelo de la fuente de La Cámara, situada junto a la puerta de la muralla de San Bernardo, y a la que ‘por razones de higiene’ se la dotó de una cuba de piedra para que se pudiera lavar allí.
Corrían los siglos y a paso de tortuga avanzaban las ‘técnicas’ en esta cuestión hasta que aparecieron los lavaderos. Estaban situados al lado de fuentes y generalmente provistos de tejado que protegiese –de lluvia y sol– a las lavanderas. Citaré hoy los del centro urbano o muy cercanos a él, porque el resto (los de Miranda, San Cristóbal, La Magdalena, Valliniello y otros) son episodio aparte.
Por ejemplo, en 1816 los vecinos de Rivero vieron por fin como las autoridades atendían a sus demandas, que habían durado nada menos que varios siglos, para que les dotaran de fuente y lavadero que fueron instalados al lado de la capilla del Cristo y en terreno cedido por el omnipotente marqués de Ferrera. A mediados del siglo XX fue retirado el lavadero (con toldo por tejado) y sustituido por asientos que rodean hoy la fuente.
Interior lavadero de Sabugo |
En 1893 se construye un lavadero en Sabugo, al lado de lo que había sido cementerio. Es un recinto rectangular y cerrado con muro, todavía hoy se puede ver, aunque sin el tejado que estaba sustentado por columnas de hierro. Dejó de funcionar en 1936 y fue recuperado parcialmente en 1999 por alumnos de la Escuela Taller de Fuentes y Lavaderos.
En 1925 y en Los Telares, antigua avenida de Pravia por donde empezaba entonces a crecer Avilés, fue levantado otro lavadero de parecida traza aunque con columnas de madera. Fue diseñado por Tomás Acha Zulaica, el arquitecto que con Manuel del Busto trazó los planos del nuevo hospital en El Carbayedo.
Los lavaderos se convirtieron en el único lugar de la población donde se reunían solamente las mujeres. Tenían, pues, una gran importancia social como lugar de reunión e intercambio de noticias, dimes y diretes, al tiempo que daban el callo enjabonando, frotando sobre la tabla y aclarando. Y cosechando sabañones.
Este sistema directo de comunicación empezó a capotar cuando el Ayuntamiento de Avilés aprobó una nueva canalización diseñada por el primer ingeniero de su historia: Adolphe de Soignie, ciudadano belga y que había venido a España como director de la Real Compañía Asturiana de Minas de Arnao.
Lavadero de Rivero, con toldo, y caños
Hoy solo quedan en pie y sin uso los de Los Telares y Sabugo. Este último, haciendo esquina entre las calles López Ocaña y González Abarca y sin el uso social en ocasiones prometido por algún rancio concejal que llegó incluso a hablar de sala de exposiciones.
Pero ahí siguen los restos de este abandonado lavadero color sepia, desmochado e incrustado en edificio blanco y negro, de diseño reciente. Ya advierte Miguel de Cervantes que la verdad siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua.
Visto en: elcomercio
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