LAVADEROS DE LOS CAMPOS CORUCHOSEn rupestres lavaderosde manantiales ignotos,desde los tiempos remotostenían sus tendederos.Covanillo a la cinturallenos de ropas revueltas,y cansadas, ya resueltasen busca del agua pura.Las charcas en el inviernotapizadas por el hielo,con visión de desconsueloproducían frío interno.En el borde arrodilladasdel pastizal de las charcas,se destacaban las marcassobre las manos hinchadas.Sobre una lancha la ropavigorosas la lavaban,y ver que pronto acababany en casa cocer la sopa.La tendían sobre arbustoso sobre piedras roqueñas,dédalos de nuestra peñasarquitectas de sus gustos.En pompas vuelto el jabóndeslizaba la corriente,corriendo a tambor batientearrastrando algún calzón.Los campos eran ornatosde mujeres lavanderas,adorno de sus praderasnarradoras de relatos.Las charcas en primaveracircundadas por las flores,explosión de los coloresalfombrando su ribera.Las alegres campanillasy las blancas margaritasy plantas hermafroditasmosaico de maravillas. Lavanderas bajo el Puenteque os contempló en el trabajo,deslizándose hacia el Tajosiempre que tuvo corriente.En el "Mancho" lavanderasy también en "Canto el Guarro",donde siempre hubo barroy jamas hubo veredas.Los covanillos colmadoscon la ropa bien oliente,volviendo resplandecientea los tálamos amados.Ropas airearon vientossobre las pardas campiñas,y adornaron nuestras viñasatuendos de Cenicientos.Sturnino Caraballo DíazEl Poeta Corucho
Bonita aportación!Saludos y gracias.
LA VIDA EN LA PLAZUELALas tardes de costuraCuando el buen tiempo empezaba,solecillo de la tarde,hasta el perro se espulgabade pulgas haciendo alarde.Se sentaban las vecinasen las sillas de espadañas,terminadas las cocinas,pertrechadas de sus lañas.Sacaban los covanillos,tijeras y costurerosmanos fuertes sin anillosde los trabajos camperos.Pues las mujeres coruchaseran duras y eran fuertes,y laboriosas y duchas,en toda clase de suertes.Para un roto y descosidose encontraban cinceladas,desde hacer un buen cocidohasta segar la cebadas.Eran tiempos de remiendos,de culeras y zurcidos.Hablar de siembras y arriendos,sucesos de tiempos idos.Zurcidos de pantalonesy dar la vuelta a camisas,también cantaban cancionesy penas y también risas.Mientras tanto los muchachoscon los balones de goma,que se caían a cachos,siempre estábamos de broma."¡Mirad que son maldecíos!",protestaban las más viejas."¡Veréis si estos escacíos!",nos dan en toas las cejas!".Manejaban las agujashaciendo prendas de lana,en aquellas tardes brujasde sol sobre la ventana.Los jerséis para el inviernodeshilando las madejas,llevando bien el gobiernosobre las lanas guedejas.Las labores de ganchillocomo ornatos y tapetes,se sacaban del bolsilloy nos ponían en bretes.Solicitaban ayudasal desmadejar los hilos,y con las frases más crudaslas teníamos en vilos."¡Paraos ya perlesías,venid y extender los brazos.Dejaos de golferíaspara marcar bien los trazos!".La lana rodaba al sueloesparciendo las hilachas,y todo entre un gran revueloen las más diversas fachas.Y al declive de la tardecon el fresco vientecillocon un simple,"¡Dios os guarde!",se cerraba el ventanillo.Saturnino Caraballo DíazEl Poeta Corucho
LAVADEROS DE LOS CAMPOS CORUCHOS
ResponderEliminarEn rupestres lavaderos
de manantiales ignotos,
desde los tiempos remotos
tenían sus tendederos.
Covanillo a la cintura
llenos de ropas revueltas,
y cansadas, ya resueltas
en busca del agua pura.
Las charcas en el invierno
tapizadas por el hielo,
con visión de desconsuelo
producían frío interno.
En el borde arrodilladas
del pastizal de las charcas,
se destacaban las marcas
sobre las manos hinchadas.
Sobre una lancha la ropa
vigorosas la lavaban,
y ver que pronto acababan
y en casa cocer la sopa.
La tendían sobre arbustos
o sobre piedras roqueñas,
dédalos de nuestra peñas
arquitectas de sus gustos.
En pompas vuelto el jabón
deslizaba la corriente,
corriendo a tambor batiente
arrastrando algún calzón.
Los campos eran ornatos
de mujeres lavanderas,
adorno de sus praderas
narradoras de relatos.
Las charcas en primavera
circundadas por las flores,
explosión de los colores
alfombrando su ribera.
Las alegres campanillas
y las blancas margaritas
y plantas hermafroditas
mosaico de maravillas.
Lavanderas bajo el Puente
que os contempló en el trabajo,
deslizándose hacia el Tajo
siempre que tuvo corriente.
En el "Mancho" lavanderas
y también en "Canto el Guarro",
donde siempre hubo barro
y jamas hubo veredas.
Los covanillos colmados
con la ropa bien oliente,
volviendo resplandeciente
a los tálamos amados.
Ropas airearon vientos
sobre las pardas campiñas,
y adornaron nuestras viñas
atuendos de Cenicientos.
Sturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
Bonita aportación!
EliminarSaludos y gracias.
LA VIDA EN LA PLAZUELA
ResponderEliminarLas tardes de costura
Cuando el buen tiempo empezaba,
solecillo de la tarde,
hasta el perro se espulgaba
de pulgas haciendo alarde.
Se sentaban las vecinas
en las sillas de espadañas,
terminadas las cocinas,
pertrechadas de sus lañas.
Sacaban los covanillos,
tijeras y costureros
manos fuertes sin anillos
de los trabajos camperos.
Pues las mujeres coruchas
eran duras y eran fuertes,
y laboriosas y duchas,
en toda clase de suertes.
Para un roto y descosido
se encontraban cinceladas,
desde hacer un buen cocido
hasta segar la cebadas.
Eran tiempos de remiendos,
de culeras y zurcidos.
Hablar de siembras y arriendos,
sucesos de tiempos idos.
Zurcidos de pantalones
y dar la vuelta a camisas,
también cantaban canciones
y penas y también risas.
Mientras tanto los muchachos
con los balones de goma,
que se caían a cachos,
siempre estábamos de broma.
"¡Mirad que son maldecíos!",
protestaban las más viejas.
"¡Veréis si estos escacíos!",
nos dan en toas las cejas!".
Manejaban las agujas
haciendo prendas de lana,
en aquellas tardes brujas
de sol sobre la ventana.
Los jerséis para el invierno
deshilando las madejas,
llevando bien el gobierno
sobre las lanas guedejas.
Las labores de ganchillo
como ornatos y tapetes,
se sacaban del bolsillo
y nos ponían en bretes.
Solicitaban ayudas
al desmadejar los hilos,
y con las frases más crudas
las teníamos en vilos.
"¡Paraos ya perlesías,
venid y extender los brazos.
Dejaos de golferías
para marcar bien los trazos!".
La lana rodaba al suelo
esparciendo las hilachas,
y todo entre un gran revuelo
en las más diversas fachas.
Y al declive de la tarde
con el fresco vientecillo
con un simple,"¡Dios os guarde!",
se cerraba el ventanillo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho