lunes, 25 de abril de 2016

El soto de las lavanderas

Este 8 de marzo el Ayuntamiento de Pamplona se ha hecho eco de una vieja reivindicación del movimiento feminista y de mujeres de Pamplona: nombrar el tramo donde trabajaban las lavanderas del Arga en su memoria, como forma de visibilizar esta profesión y hacerla pasar a la historia.

Han pasado 15 años desde que cuatro historiadoras de IPES Elkartea (Silvia Fernandez Viguera, Paco Roda, Ana Diez de Ure y Sonia Pinillos) escribieran “Ellas, las mujeres en la historia de Pamplona” y se comenzara a reivindicar la modernización del callejero mediante la incorporación de las mujeres. Demasiado lentas van las cuestiones que tienen que ver con la igualdad y los derechos de las mujeres……….

Las mujeres en el callejero de Pamplona (1)

El estudio del callejero tiene que ver con el análisis de la construcción de la memoria social. El protagonismo de los varones en la interpretación de la Historia también se refleja en el callejero, que se nos presenta como representativo de la historia de la ciudad. El callejero muestra las referencias al pasado que obtienen reconocimiento y aceptación, las resalta, ensalza y perpetúa y son las que van a quedar como legado significativo para la posteridad.

Los nombres presentes en el callejero se repiten cotidianamente como referencias al orientar a alguien en la calle, aparecen en los planos y guías, en las cartas, la publicidad y conforman parte de la historia de la ciudad. Es importante relatar la historia de las mujeres y hacerla visible en la ciudad. Pensemos en nuestras calles, donde juegan y pasean niños y niñas que desde pequeños empiezan a familiarizarse con las figuras, los símbolos, lo “nombrado” en su ciudad, es muy importante que tengan referencias de ambos sexos

El callejero ha ido cambiando y le han afectado los cambios políticos. También, por su gran importancia simbólica, debe reflejar la participación de las mujeres en la historia para que el callejero, fuente de “memoria social”, proporcione nuevas referencias y sea más democrático y justo con la totalidad de la ciudadanía que ha ido construyendo la historia de Pamplona.

Desde el presente interpretamos el pasado, por eso observando el callejero de Pamplona podríamos pensar que las mujeres no han tenido presencia en la Historia de Pamplona. Nada más lejos de la realidad como veremos a continuación. Este hecho se ha dado en todas las ciudades

En la actualidad de las 650 calles de Pamplona el 8,15 se refieren a mujeres (53 calles) y el 37,8 a hombres. Somos el 17,7 de las referencias a personas (los hombres el 82,3%).

La mayoría de las referencias femeninas tienen que ver con la religión (santas, vírgenes y conventos). Como sucede en otras ciudades estudiadas (Madrid, Bilbao, Barcelona) entre las mujeres presentes en el callejero hay un predominio de los nombres religiosos, cosa que no pasa en las calles referidas a varones. Las referencias masculinas presentes en el callejero responden a ocupaciones, profesiones, actividades artísticas y políticas por las que se han distinguido. Nobles, artistas, propietarios, ilustres, políticos o profesionales inundan el callejero de Pamplona.

Analizando este callejero femenino vemos que de las 53 referencias femeninas, 15 corresponden a vírgenes (siguiendo criterios históricos podríamos reducirla a una referencia ya que Jesus tuvo una madre pero hemos mantenido las 15 advocaciones), 16 a santas y dos se refieren a conventos. Hay 6 referencias a reinas y nobles y desde el año 2000 se han ido incorporando mujeres por sus profesiones o propiedades hasta sumar 14.

Es de resaltar la escasez de referencias a reinas o mujeres de la nobleza, aunque en nuestra historia estén muy presentes. Resulta sorprendente que en una tierra que ha sido por tradición refugio y corte de reinas, por la que se han paseado dinastías varias y una larga procesión de nobles aristócratas, sus nombres apenas hayan quedado reflejados en las placas callejeras.

Pero lo que más llama la atención es la escasa existencia de mujeres valoradas por su propio trabajo o actividad: escritoras, actrices, músicas, políticas, etc. que han tenido una importante presencia en la historia de Pamplona.

En 1996 las mujeres éramos el 6,9 de los nombres de calles. En 2012 el 8,15. En 16 años hemos aumentado un 1,25% lo que muestra el incumplimiento del Plan de Igualdad del Ayuntamiento.

Además así como entre los hombres son mayoritarias las referencias por sus profesiones: doctores, ingenieros, escritores, arquitectos, políticos, además de pintores, músicos, poetas (muy pocos religiosos), entre las mujeres aparecen muy pocas profesionales.

A partir de este callejero, la imagen de las mujeres que nos han precedido en nuestra ciudad se configura fundamentalmente a partir de santas y vírgenes. Alguna propietaria, reina y pocas mujeres profesionales. Imagen claramente distorsionada e incompleta. Faltan muchos tipos de mujeres que han sido fundamentales en la construcción de la historia de Pamplona.

Las lavanderas, un oficio con solera

Las mujeres han conseguido después de siglos de lucha acceder a todos los empleos aunque todavía no en condiciones de igualdad.

En la edad Contemporánea se acentúa la división sexual del trabajo que asigna los trabajos según el sexo. Las mujeres son relegadas a los espacios tradicionales que no compiten con los trabajos masculinos: criadas, lavanderas, costureras, nodrizas… aunque también las encontraremos en las fábricas y talleres que aparecen en Pamplona, como obreras y empresarias.

El trabajo de lavanderas fue uno de los más habituales entre las mujeres del siglo XIX y principios del XX. Un oficio que tenía una administración especial. Algunas trabajaban por cuenta propia, de forma autónoma, pero otras lo hacían para un empresario o familia que regentaba el lavadero. El servicio de lavandería era solicitado por las familias de la incipiente burguesía pamplonesa. A cambio de una pequeña cantidad, las lavanderas de oficio, ofrecían un servicio completo de lavado, secado y planchado de todo tipo de ropa. El lunes era el día de recogida de ropa por las casas contratantes. A final de la semana se entregaba.

Las condiciones de trabajo eran durísimas. No nos cuesta imaginar el cauce del Arga salpicado de mujeres lavando en el más puro invierno por cuatro céntimos. Como cuenta Arazuri, arrodilladas sobre un saco vacío doblado dentro de una caja de sardinas, hombro con hombro, lavaban la ropa que luego colgaban en los tendederos. Ellas debían pagar una ochena por cada tramo de tendedero que utilizaban. Las suponemos rodeadas de las hija@s pequeñas colaborando en las tareas de aclarado y también, por qué no, alegres entre ellas, comentando sus problemas cotidianos en uno de los pocos espacios públicos de encuentro que tenían.

En 1886 gracias a una filantrópica propuesta del periodista de “El Eco de Navarra” el Dr. Landa, se fundó el asilo del Niño Jesús. Tenía como objetivo el cuidado de los niños y niñas de las lavanderas mientras éstas ejercían su trabajo. Se instaló en un local en el barrio de la Rochapea, era la llamada “casa de los pastores”. Allí eran atendidas, por las Siervas de María, de 40 a 50 criaturas. Se fundó así la primera guardería semipública de Pamplona. El Ayuntamiento también pensó en ellas. La fuerte ola de calor del verano de 1899 sensibilizó a los ediles y alcalde, los cuales decidieron plantar una fila de plataneros en las orillas del Arga para protegerlas del sol y posibilitar así sombras refrescantes.

El ánimo y la solera de estas mujeres, de manos encallecidas por el jabón de sosa y grasas sobrantes, estaba fuera de toda duda. Lavar y cantar era más que un remedio para olvidar las dobles jornadas de trabajo. Ellas, en largas hileras arrodilladas nunca perdieron el humor.

Segun Arazuri, intercambiaban palabras e insultos con los obreros que trabajaban en las casas de Descalzos y les cantaban, respondiendo a sus improperios:

“Albañil de mi vida
cuánto te quiero
del andamio más alto
caigas al suelo”

Este trasvase de gritos se hizo famoso, y en los años 20 se le llamaba “el eco de la Rotxapea”.

Pamplona en las últimas décadas del siglo XIX y primera mitad del siglo XX contó con varios lavaderos en la orilla del Arga:

El Lavadero de la Rotxapea situado al lado del puente de la Rotxapea. Era el más importante y concurrido puesto que aglutinaba en sus alrededores a los núcleos de población obrera más numerosos de la Pamplona de extramuros-Rotxapea. Un poco más adelante se encontraba el Lavadero del Prado de la Lana. Consta su presencia en una descripción de 1640 hecha por el monje de Fitero, Fray Jerónimo de Alava, donde se menciona a las monjas Agustinas Recoletas, que poseían un lavadero privado de lana en la plaza de Arriasko en el que lavaban la lana para mandarla a Francia. En la segunda mitad del s. XVIII, por la presión de los comerciantes del gremio, que alegaban poca capacidad del lavadero de las monjas para la cantidad de lana, es trasladado de lugar por el Ayuntamiento de la ciudad. A raíz de esto toma el nombre de Lavadero de la Lana. Junto a él se instala el Lavadero del Hospital General de Navarra. Más lejos, cerca de Capuchinos, el Lavadero de San Pedro, ubicado junto a una fuente, y el Lavadero de Tabar. Por último, el lavadero perteneciente al Conde de la Rosa, más conocido como Lavadero de Tejería, que se encontraba junto al molino de Caparroso, cerca de las pasarelas.

Dentro del oficio había peonas y dueñas o dueños. Josefina Guerendiain (Nacida en Navarrería. Pamplona: Sahats, 1996), hija de lavandera cuenta que su madre trabajaba de peona de lavandera, ocho horas al día y ganaba dos pesetas por hora. Trabajaba en el lavadero de Tejería y la dueña era Leona Pérez. Josefina entregaba la ropa que lavaba y planchaba su madre. También le ayudaba a lavar. Entonces se cocía la ropa en unas calderas de madera, por lo que pagaban 40 cm. y al día siguiente, se le daba añil, se aclaraba y se tendía.

El lavadero, importante encuentro para las mujeres, era lugar de solidaridad con otros grupos marginados: ancianos, niños abandonados… etc. En la mayoría de trabajos ocupados mayoritariamente por las mujeres estas trabajaban aisladas. En este no. Las lavanderas eran solidarias y formaban un grupo de mujeres concienciadas, con opinión crítica que tendrán protagonismo en momentos políticos como la Gamazada o la II República.

La Gamazada, ejemplo de protesta popular, lo fue también de mujeres. Pero su voz no se oye en los libros de historia. Tan sólo un pequeño grito desde el fondo del río que las contempla habla por ellas. Las lavanderas en 1893 cantaban estas coplas:

“Si a Gamazo lo cortaran
en rajas, como a un melón
no tendrían los navarros
penas en el corazón,
Vivan los Fueros
Viva Navarra
Vivan las lavanderas
del Prado de la Lana”

Y fueron a la manifestación contra Gamazo con una pancarta a favor de los Fueros.

Y en la II República tres veces por semana subían las lavanderas a San Cristóbal a llevar a los presos políticos la comida, el tabaco y recoger la ropa sucia. Por ello los presos al salir, les organizaron homenajes en Eibar y Asturias (Josefina Guerendiain)

Pero a lo largo del siglo XX las lavanderas van perdiendo importancia como sector de trabajo y como grupo social. La llegada del agua corriente a las casas de Pamplona supuso para muchas mujeres la pérdida de un sector de trabajo y también de un espacio de encuentro, comunicación, reivindicación, ayuda mutua y fiesta.

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(1) FERNANDEZ VIGUERA, SILVIA; RODA, PACO (COORDS.); DIEZ DE URE, ANA; PINILLOS, SONIA. PAMPLONA: AYUNTAMIENTO, 1998.

Visto en: noticias ipesmejeres


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