martes, 17 de marzo de 2015

Las lavanderas Origen socio-económico

Las lavanderas procedían de las capas más humildes de la sociedad cacereña y, como tales, en el plano laboral se les presentaban varias posibilidades, todas relacionadas con el servicio: aguadora, lavandera, sirvienta, temporera del campo, (aceitunas, espigueo, etc.). Este tipo de trabajos solía pasar de generación en generación, hasta el punto de que muchas lavanderas eran conocidas por el apodo de sus antepasados (Las Culolobos, Las Galapas, Las Cañetas).

EL TRABAJO 

El trabajo de lavar la ropa es un trabajo tradicionalmente doméstico, que desempeñaban, sin duda, todas las mujeres de la familia. El hecho de que se convierta en un trabajo de carácter no doméstico, es decir, remunerado lo hace el asentamiento y desarrollo de las clases medias cacereñas (funcionarios, comerciantes, militares) ya que las clases altas disponían, tanto de servicio propio, como de infraestructura para realizar la colada dentro de sus casas (pozos, pilas, huertas).

En los lavaderos públicos, el mantenimiento corría a cuenta del Ayuntamiento, y era común el pago de un canon que servía para mantener a un guardia en el lavadero o pagar por el alquiler de pilas y alambres para el tendido de la ropa. En los lavaderos privados se pagaba un alquiler, cada día que se utilizaban los servicios de los mismos. En éstos, las que sufrían, a veces, los abusos del uso privativo del agua eran las lavanderas. Cuando se había terminado la colada, a finales de semana, las lavanderas devolvían la ropa, recibiendo el jornal acordado con sus respectivas amas. Estos jornales eran una pequeña ayuda a la economía doméstica, y otras veces suponía la única entrada de dinero y la base en la que se apoyaba su débil economía.

Dña. Gregoria Santos lee el Manifiesto de las Lavanderas
QUIENES ERAN 

Por tradición oral, nos han llegado hasta nuestros días los nombres, los apodos y otras características de algunas lavanderas. Quizás la más conocida de esta última generación de mujeres, que se vieron "jubiladas" entre los años 50 y 60, como consecuencia del desarrollo tecnológico que hacía posible la aparición de la lavadora eléctrica que es, sin duda, el elemento que de forma más decisiva intervino en la desaparición del oficio. La generalización del uso de la lavadora se produce a partir de los 60, aunque el primer anuncio de la prensa local del que tenemos constancia, apareció en el Diario Extremadura el 15 de junio de 1956 que anunciaba "La Super Máquina de Lavar BRU".

LA MÁS CONOCIDAS

María "La Cana", lavandera de la Madrila.
La Forosa, lavandera de Beltrán.
Ana "La Clavera", fue lavandera en Minas de Valdeflores.
"La Micaela", lavandera de Hinche.
Lorenza "La Gata", lavandera de El Corchito.
"Las Galapas", eran dos hermanas, lavanderas de Fuente Concejo.
Agustina "La Galapera", lavandera de "El Corchito".
"Las Cañetas", eran una madre con cuatro hijas, lavaban en un manantial junto a San Marquino.
"Las Culolobos", esta estirpe estaba formada por Gabina "la Chata" y sus cuatro hijas, que vivían en la calle Villalobos. Y otras más...

LA FIESTA DEL FEBRERO 

A partir de los testimonios orales, sabemos que "El Febrero" era la fiesta que celebraban las lavanderas cacereñas todos los años, coincidiendo con el mes del mismo nombre. Mes variable en cuanto a sus características climatológicas y, a la vez, mes de carnaval e inicio de la Cuaresma. Estos elementos serán los que definan esta celebración, que tenía más de pagana que de religiosa, al tratarse de una fiesta donde el desahogo de los problemas acumulados era prioritario, también tuvo su conmemoración religiosa en forma de misa, que se predicaba en la ermita del Amparo, el último día del mes, donde la ermitaña, preparaba un chocolate caliente con churros, para las lavanderas de los lavaderos cercanos como Concejo, Fuente Rocha o el Corchito.

La fiesta duraba todo el mes de febrero, comenzando el primer día con la colaboración, en el lavadero o en las inmediaciones, de El Febrero, que consistía en un pelele o muñeco que se fabricaba con ropas viejas rellenas de bálago o paja; así mismo este Febrero era adornado con sus atributos masculinos en forma de nabo, que se le colocaba en la bragueta, de tal forma que el fruto pudiese verse para darle un contenido erótico y "picante" a este personaje que se adornaba con un pimiento rojo que se le ponía en la nariz y se completaba con todas las características humanas, como bigotes, ojos de pícaro, sombrero y alpargatas. También hubo una versión femenina de El Febrero que fue "la febrera", que así mismo contaba con los atributos femeninos, aunque no era lo más común.

Una vez instalado el Pelele en el lavadero, el primer día del mes, comenzaba, lo que podríamos denominar, el ritual relacionado directamente con la climatología. Si el día era bueno, soleado y así las lavanderas, lavaban a gusto, el pelele era piropeado y se le decían todo tipo de frases cariñosas. Si, por el contrario, el día era climatológicamente malo y ellas pasaban frío en los lavaderos, esos piropos y frases se tornaban en insultos de todo tipo como reprimenda por el mal tiempo que hacía más penoso el trabajo.

El ritual se mantenía todos los días del mes para terminar el último día en que se celebraba la culminación con la llamada propiamente "FIESTA DEL FEBRERO". La principal característica era que ese día no trabajaba ninguna lavandera y, desde por la mañana, comenzaban con unas copas de aguardiente, seguidas de jeta a la brasa, completando con una comida fuerte, generalmente frite. EL PELELE era paseado por las calles cercanas al lavadero, en medio de la expectación del vecindario y del jolgorio de las lavanderas. Después, casi siempre coincidiendo con el momento de la comida, EL PELELE era quemado, en mitad de una fiesta repleta de dichos picantes o insultos, según hubiese sido el mes, bueno o malo para estas mujeres. Por la tarde, era común rematar este festivo día con unos "carajillos" de café con aguardiente, en la Montaña o en la Sierrilla, o en algún lugar inmediato al los lavaderos. Este fin de fiesta era amenizado por los chismorreos, puyas, dimes y diretes, canciones alusivas haciendo "chacota" a los señoritos, a las amas, o bien haciendo mención al propio oficio de lavandera. Así hay unas estrofas que dicen:

"en el lavadero 
te he visto lavar 
te he visto las ligas 
y eran coloras "

Otras canciones hablaban de indirectas que se tiraban unas a otras mencionando posibles amoríos:

"ya no son los gatos sólo 
los que andan por los tejados 
es el hijo del Longino 
en busca de la Calajo "

Será en 1989 cuando, de forma espontánea, después de un pertinente estudio por parte de alumnos de Historia Oral, del Aula de 3ª Edad de la Universidad Popular, se hace un primer intento para recuperar una fiesta que no se había olvidado, aunque llevase dormida varias décadas.

Visto en: nccextremadura

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