Desde el establecimiento de la capitalidad en Madrid en el siglo XVI hasta bien entrado el XX, las márgenes del río Manzanares eran utilizadas como lavaderos de ropa a su paso por la ciudad. A fines
del siglo XIX llegaron a trabajar en los lavaderos nada menos que 4000 lavanderas. En la glorieta de San Vicente fundó la reina María Victoria, esposa de Amadeo I, el llamado Asilo de Lavanderas, para acogerlas cuando estuvieran enfermas y para que pudieran dejar a sus hijos menores mientras ellas lavaban la ropa. Luego fue trasladado al paseo Imperial. En 1926 las obras de canalización del río acabaron con los lavaderos.
La ropa de lavar era recogida y devuelta a domicilio por los esportilleros, cuya procedencia era tradicionalmente asturiana. Al caer la tarde cuando las lavanderas —muchas de ellas gallegas— concluían su jornada y aparecían los esportilleros, se entablaban las lógicas relaciones y con frecuencia se organizaban bailes y festejos propios de sus lugares de origen, hasta el punto de que las riberas del Manzanares se convirtieron en su lugar de cita habitual, incluso para los domingos y días festivos, y muchos eran los puestos de bebidas y tenderetes instalados para las celebraciones. La Popular sidrería asturiana Casa Mingo, junto a la ermita de San Antonio de la Florida, es el último eco de aquellas reuniones de carácter regional
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