El lavadero de Tuesta, está cubierto y curiosamente, conserva en uno de sus rincones, una campana y chimenea, así como la pila circular donde se vertía la ceniza para blanquear la ropa.
Los lavaderos públicos "son recintos de gran contenido sociológico y etnográfico" en los cuales surgían "cantigas", refranes y leyendas populares. Los lavaderos fueron testigos de la evolución de muchos pueblos, y aunque todavía hoy en día funciona alguno, sobre todo en el ámbito rural, su número ha descendido de manera considerable, desde que las nuevas tecnologías empezaron a facilitar el lavado (MÉNDEZ-VALGA, 2011).
La tarea del lavado de ropa está unida irremediablemente a la historia de las sociedades organizadas y a la aparición de un determinado grupo encargado de actividades relacionadas con el concepto de higiene, limpieza, urbanidad y progreso. El término lavaderos es usado desde el s.XVI, para designar el “lugar destinado para lavar la lana, ropa u otra cosa” (DEL ESTAL, 2010).



El lavadero solía ser municipal, y era el Concejo quien se encargaba de su mantenimiento. Las ordenanzas se referían al lavadero, prohibía lavados en otros sitios y señalaba horarios. Incluso hablaba de la colocación de las mujeres según el proceso de lavado (HERRERO, 2006).

La mayoría de ellos fueron construidos entre los años mil ochocientos veinte y treinta, una infraestructura que fue un alivio para las espaldas de muchas de esas mujeres que se pasaron media vida frotando con la pastilla de jabón agachadas, en la acequia, balsa, regajo, cerrada, o en el río (PÉREZ, 2011).

No había pueblo que no luchase, durante el siglo XIX, por la construcción de un lavadero, el único método conocido hasta la fecha para aliviar el dolor de las espaldas de las mujeres que se pasaban horas arrodilladas, frotando la ropa de la familia (PÉREZ, 2011).
Eran tiempos de pobreza y miseria, años en los que la mayoría de los habitantes lograban subsistir a base de una pequeña ganadería y una huerta. No había lujos ni se pretendían, pero cuando los que vivieron aquellos años los recuerdan, siempre consiguen dejar de lado las vivencias de la falta de todo para, sin embargo, rescatar del recuerdo los momentos de compartir con los vecinos, cuando surgían los comentarios y las bromas y siempre había lugar para la risa. Aquellas tertulias no premeditadas donde no se servía ni café, ni pastas, ni se formaban corrillo en la mesa del salón, son rememoradas con cariño y siempre tenían un escenario común, los lavaderos (PÉREZ, 2011).
Estas construcciones fueron lugar de encuentro de las mujeres y de confidencias íntimas que la sociedad se negaba a escuchar, hervideros de lo bueno y de lo malo, donde además de sacar el negro de la ropa conseguía sacárselo también del alma, en una época donde la pobreza dejaba poco tiempo para el humor (PÉREZ, 2011).
En muchos de nuestros pueblos, aun hoy podemos encontrar los lavaderos públicos, unas construcciones realizadas al aire libre, cubiertas de una techumbre y alimentadas por una corriente de agua, procedente de una fuente o acequia, la mayoría de ellos han sido reconstruidos, y hoy en día,se han mantenido, han restaurado, otros lamentablemente se han destruido, pero los que sobreviven aún dejan un legado a la historia (DEL ESTAL, 2010).
Estos lavaderos servían para que las mujeres del pueblo pudieran lavar la ropa, llevando consigo, el jabón, la ropa sucia, el raspador, la cuba.... Pero al mismo tiempo, estos lavaderos eran como un centro social, ya que era el lugar de reunión de las mujeres del pueblo, donde se comentaba cualquier acontecimiento que ocurría en el pueblo (DEL ESTAL, 2010).
Esta charla de Beatriz Gallego sobre la Historia de los Lavaderos se hizo en Zalduondo, Álava.
Texto: Tamara de Agurain.
Referencias y citas: Mentxu Ramilo
Fotografías: Fernando Pérez
Visto en: mujeresruralesalava
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