Fotografía que merece un artículo: mujeres en el lavadero del "Moto"
Las primeras ¡lavadoras! las comercializó "el Revi" a principio de los 60
Manuel Requena Vinader, más conocido por “el Revi”, fue el primero que empezó a vender lavadoras en Caudete por el año 1963. Hasta entonces, las mujeres lavaban “la ropa” en uno de los cinco lavaderos que había en Caudete. El de la foto es el del “Moto”, situado en la calle Tirso de Molina, junto al Tanatorio. El agua procedía de la balsa del Moto y además de regar los bancales de la Huerta de Arriba movía tres molinos harineros. ¡Todo un alarde de tecnología hidráulica y de sostenibilidad! Los otros cuatro eran el de San Antón, los dos de la calle Príncipe de los Ingenios y el de la calle Dos de Mayo. Esta es una historia real del siglo pasado.
Recuerdo cuando mi madre me mandaba “a coger vez” porque las mejores “piedras” eran las situadas cerca de la entrada del agua. De ahí que madrugaran y fueran bien temprano al lavadero si querían hacerse con una buena piedra. El invierno era especialmente duro para este menester. Uno de los escasos alicientes que tenía esta tarea era la “tertulia” y el cambio de impresiones entre las compañeras mientras lavaban la ropa, más o menos lo que hacían sus maridos por la noche en la barbería.
¡Hasta el jabón lo fabricaban en sus casas! Mezclaban una parte de grasa o aceite usado, dos partes de agua y un cuarto de sosa cáustica y lo ponían a hervir hasta que la mezcla se hacía pastosa, obteniendo un jabón ecológico, barato y de calidad. Para que les hablen de reciclar, de ecología o de sostenibilidad. ¡Nos podrían dar sopas con hondas!
En la foto y en los dos óleos que me ha facilitado Josefa Benito, pintora autodidacta y amante de recoger en sus lienzos historias, ambientes y rincones emblemáticos de su pueblo, se aprecian a las mujeres en plena tarea en el lavadero del Moto. Me han dado nombres y motes, entonces muy utilizados, como el de Josefa “la Garrancha” y su hija Rosario “la Pollera”, Joaquina la de los “Garbanzos”, Milagros la de la “erica del Dotor”... La foto me la proporcionó Pedro Torres Gómez el día que accedí a su casa para ver cómo restauraba muebles y todos los enseres que caen en su mano. Tengo previsto hablar de su actividad un día de estos.
Las condiciones de trabajo para nuestras madres mejoraron cuando “el Revi” empezó a vender las primeras lavadoras de la marca Zanussi, por 400 pesetas en la plaza Mates. Con esta cantidad hoy podemos comprar poco mas de un litro de aceite, pero entonces... ¡era un capital! Y con todos los inventos ocurrió lo mismo: la gente era reacia a aceptarlos al principio. La primera lavadora la inventó Fischer en 1901, ingeniero americano que la patentó en 1910. El invento llegó a Europa en 1951 con motores de ¼ de CV.
De manera progresiva, este ingeniero fue perfeccionando su invento y logró, por medio de un complejo sistema de cambios, que el tambor de la lavadora fuera alternando, a medida que lavaba, su sentido de giro, con lo que lograba que la ropa saliera más limpia.
La aceptación de la lavadora en todos los hogares tuvo lugar varios años más tarde, cuando la electricidad se transformó en un servicio de uso común y la producción de electrodomésticos inundó el planeta. Hoy en día, existen lavadoras que incluso llevan incorporados un sistema de secado automático y hasta son programables, según los requerimientos del usuario.
En poco tiempo, la mejora de las condiciones de vida ha sido espectacular. Por eso considero esta foto y los cuadros de Josefa Benito auténticas reliquias que nos permiten apreciar, estudiar y analizar las penurias que la mujer tenía que vencer para la simple tarea de lavar la ropa hace tan sólo 40 años y que, por muchas razones, no nos interesa perderlas de vista.
Padecemos una lamentable tendencia a olvidar el origen de las cosas. Para apreciar y valorar mejor lo que tenemos no estaría de más que en las escuelas se diera a conocer el proceso y la evolución tecnológica de cualquier actividad humana por simple que nos parezca. Como complemento de este artículo les recomiendo visitar el centro cultural de la vecina localidad de Benejama (¡realizado encima de un lavadero!) y el de San Antón, que se conserva en buenas condiciones (sobre todo las piedras) a pesar de que la rehabilitación exterior no ha sido muy acertada.
Visto en: elblogdejoaquinmedina
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