En los años 50 existían los lavaderos, unos privados y otros públicos, pero voy a hablar de los privados ya que los privados eran pequeños negocios familiares, un lugar donde las mujeres lavaban la ropa, por la mañana muy temprano se echaban a la cadera el hatillo con la ropa sucia, se ponían a caminar hasta llegar al lavadero, cuando llegaban tenían que pagar al dueño del lavadero un cierto dinero arreglo la ropa que lavaban, había unas losas de piedra que el dueño del lavadero le asignaba a cada mujer, el agua era de pozo de minas, que daban agua, unas aguas eran más finas y otras más duras, con el agua fina la ropa se quedaba más limpia, había unos pequeños grifos para cada piedra y pila, las mujeres se ponían manos a la obra y con el jabón que previamente habían hecho en casa, se ponían primero a lavar la ropa blanca porque había que ponerla al sol,
el dueño del lavadero tenia acondicionado un lugar con piedras y zarzas para poner la ropa con jabón encima para que se soleara y se fueran las manchas porque antes no existían lejías ni productos para las manchas, mientras la ropa blanca estaba en el sol, se lavaba la ropa de color que no necesitaba ponerla al sol con jabón, a continuación se aclaraba la ropa con abundante agua, aunque el dueño del lavadero siempre estaba atento para que no gastaran mucha agua, y el pozo no se secara para que al día siguiente poder seguir con el negocio, cuando estaba toda la ropa lavada la tendían en unos largos tendederos de cuerda, entonces era el momento de comer, charlar un rato y descansar del largo día de trabajo, cuando la ropa estaba seca o casi seca se cogía y se volvía a hacer el hatillo para volver a casa pero no sin antes darle al dueño del lavadero una pequeña propina para que la próxima vez te diera la mejor piedra o el grifo que más agua echara, y con el dinero que cobrara por lavar la ropa y las pequeñas propinas el pequeño negocio familiar seguía adelante año tras año.
Visto en: jaenpedia
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