San Cristóbal de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife.
Mucha gente se pregunta sobre el cercado que existe junto al barranco que pasa por el Camino de las Peras en La Laguna, que guarda un gran sauce y una edificación singular, cerrada y sin futuro. Para los niños de los años cuarenta y siguientes, aquel entorno tiene una particular referencia motivada por ser el centro de lavado de ropas de la época de la escasez, en los prelucíos de las guerras y en los albores de la recuperación económica. La zona del Tanque era una plataforma de tendido de ropas, de mujeres trabajadoras que lavaban sus pertenencias y las ajenas y las tendían camino arriba y solares de enfrente.
Los tiempos pasan y los lavaderos públicos se cierran. Allí quedan entre cuatro paredes las grandes pilas de lavado que un sensible alcalde decide un buen día proteger, cubrir con acristalamientos, ordenar, pintar y ofrecer a los ciudadanos. Pero como siempre en esta sociedad desmemoriada y displicente se vuelven a cerrar las puertas, empieza a cubrirse de telarañas y el olvido, una vez más, cierra las memorias y se abandonan las buenas intenciones.
Uno cree que no hay derecho a restaurar para cerrar y olvidar. Que aquel hermoso espacio pudiera contener por ejemplo un invernadero de plantas acuáticas, un orquidario, un espacio donde contemplar especies autóctonas, controladas por los propios empleados municipales y ofreciendo las distintas especies en venta a los siempre curiosos ciudadanos que se interrogan sobre qué es aquel espacio cerrado. Los niños de los cuarenta vimos a nuestras abuelas lavando las cuatro piezas de ropa que las circunstancias nos permitieron.
Ahora podría ser un homenaje a aquella frustrada generación que hizo posible la existencia de otras. Hay que ser generosos.
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