martes, 2 de abril de 2019

La catedral de las lavanderas

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El edificio sorprende por su monumentalidad y la armonía de sus proporciones 
CESAR DELGADO

Betanzos conserva una construcción singular de 1902: un gran edificio consagrado al oficio de lavar. Las lavanderas hace tiempo que ya no lo habitan, pero no es difícil imaginárselas todavía al pie del río Mendo.

XESÚS FRAGA
REDACCIÓN / LA VOZ 23/03/2019 05:00 H

Mucho antes de que se empezasen a ver lavanderías automáticas en las calles, antes de que la lavadora y la secadora se convirtiesen en electrodomésticos imprescindibles, se lavaba en los ríos. Era un trabajo duro, expuesto al rigor de los elementos y a la incomodidad de trabajar sobre una piedra lisa desde la ribera. Y era un trabajo exclusivamente femenino, convertido por no pocas mujeres en un medio de vida, quienes poco a poco fueron contando con instalaciones que facilitaban su labor.

Betanzos conserva a orillas del río Mendo un edificio singular, consagrado por entero a las lavanderas. Inaugurado el 17 de agosto de 1902, su construcción fue auspiciada y sufragada por los hermanos García Naveira, entre cuyo legado benéfico se conoce sobre todo el parque del Pasatiempo, y que también promovieron dos escuelas, un asilo y este lavadero, entre otros.

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Las dos filas de pilones permitían lavar en función del caudal del río; 
hoy están llenos de lodo / CESAR DELGADO

Comparado a lavar al aire libre, el inmueble debía de ser como una catedral. Lo parece hoy, como testigo de una época que ya vive en el sepia de las fotografías y en la memoria de quienes lo usaron, como también lo parecía entonces, acogiendo a las lavanderas con la dignidad de la obra pública. Sus facilidades eran asombrosas por ingenio y técnica: dispone de dos filas de pilones para lavar en función del caudal del río, un segundo piso para tender la ropa a cubierto y una sala para el descanso del agua fría al calor de una lareira.

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El lavadero dispone de una segunda planta en la que tender la ropa / CESAR DELGADO

Visitarlo es un viaje en el tiempo y también una experiencia estética. No solo maravillan la monumentalidad y armonía de sus dimensiones, también regala detalles hermosos: una flor de forja, la decoración vegetal en fundición o cemento, escudos de Betanzos y Argentina. Hoy es muy difícil ver a alguien lavando -aunque hay quien lleva ropa a secar y algún peregrino del vecino Camino inglés enjuaga su ropa cansada-, pero el lavadero ofrece un refugio temporal a los ajetreos de la vida moderna. Como se escribió en La Voz con motivo de su inauguración: «El edificio es excelente. Sirve para mucho más que para el objeto a que se le destina».

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Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX el lavadero era una instalación muy utilizada.


Visto en: lavoz

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