sábado, 24 de mayo de 2014

Las lavanderas: un ejemplo de lucha y supervivencia

Lavanderas en la ciudad de México, ca. 1900. Foto de William Henry Jacbson.
 (Colección de la Biblioteca del Congreso estadounidense.)

Puebla es una de las 32 entidades federativas de México. Se localiza en el centro oriente del territorio mexicano.

En la lucha histórica de las mujeres por lograr un ingreso económico propio, las primeras lavanderas que surgieron casi a la par con la ciudad de Puebla, merecen un lugar especial. Desalojadas y despreciadas por afear el entorno urbano y contaminar el agua, se convirtieron en ejemplo de las primeras luchas que no son por el voto, sino por la demanda de servicios que permitieran mejorar las condiciones del trabajo doméstico.

El oficio de lavandera –que ha sido poco investigado en los estudios de género- es la única opción para muchas mujeres que tienen que ganar dinero para dar comida y estudios a sus hijos, afirmó la Doctora en Historia Ana María Dolores Huerta Jaramillo.

Profesora investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICySH) de la BUAP, Huerta Jaramillo investigó y analizó los hechos que se dieron a través de la historia de la Ciudad de Puebla en torno a este oficio, lo que quedó plasmado en su libro “Lavanderas en el tiempo”, editado por los Institutos: Nacional de las Mujeres y Poblano de la Mujer.

Las lavanderas desde que se fundó la ciudad, fueron requeridas por las mujeres españolas y criollas, sobre todo por aquéllas que después de dar a luz acostumbraban la cuarentena, lo que les impedía realizar las tareas domésticas entre ellas lavar la ropa de la familia.

Algunas mujeres además de lavanderas, eran parteras y como parte de su trabajo estaba el cuidar a la madre antes, durante y después del nacimiento del niño o la niña, se hacía cargo de las tareas domésticas, el lavado de pañales y la ropa de toda la familia y si podían amamantaban al pequeño.

LAVAR Y TENDER “AFEABA” EL ENTORNO

A finales del siglo XVI, en la ciudad de Puebla, ser lavandera, no era un oficio sencillo de ejercer, ya que tenían que buscar los lugares de nacimiento de agua como manantiales, ríos o lagunas que se encontraban fuera de la zona urbana, cargar su bulto de ropa, elaborar el jabón y buscar una piedra donde tallarla.

El oficio de lavandera la ejercían indígenas, negras y mulatas, donde sobre todo estas dos últimas acostumbraban después de lavar la ropa y ponerla a asolear, quitarse los vestidos que llevaban puestos, lavarlos y bañarse, lo que provocó el escándalo de los vecinos que se quejaron ante lo que consideraban una inmoralidad,

Esto, sumado al descontento de los propietarios de casas cercanas a los cuerpos de agua, que consideraban que las lavanderas afeaban la vista de su entorno urbano, fueron provocando prohibiciones y desalojos de estos lugares, hasta que no tuvieron mas remedio que iniciar su actividad dentro de la ciudad.

La Doctora Huerta Jaramillo, que revisó innumerables libros y actas de cabildo, señaló que para 1563 al no haber agua en las casas, se lavaban la ropa, trastos y otros objetos en las alcantarillas que eran colectores de agua corriente y pluvial de la ciudad, donde nuevamente empezaron las protestas.

Para los dueños de casonas no era un buen espectáculo tener lavanderas frente a su casa y menos si eran indígenas, negras o mulatas por lo que aprovechaban sus influencias para desalojarlas. Esto lo muestra una ordenanza que se hizo pública mediante pregón que prohibía lavar frente a las casas de un señor Diego de Cortés, so pena de recibir 50 azotes, recordó la profesora investigadora del ICSH.

Sin embargo era necesaria el agua para las diversas actividades domésticas, por lo que en la ciudad se fueron construyendo fuentes en diversos lugares. Los problemas raciales eran evidentes y un ejemplo está en la ordenanza que prohibía a negras y mulatas lavar en la plaza de San Agustín.

LUCHA Y CONVIVENCIA EN EL LAVADERO

La necesidad de agua y un lugar donde lavar, originó la construcción de los primeros lavaderos públicos en algunas tocinerías que tenían mercedes de agua y fabricaban jabón, así como en algunas casas y conventos como el del Carmen y plazuelas, donde se cobraba.

El Ayuntamiento también empezó a construir lavaderos; los más emblemáticos fueron los Almoloya, destinados para mujeres de clase media y las más menesterosas a las que no se cobraba. Con los años la demanda de espacios se incrementó provocando disputas entre las mujeres, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, donde el gremio de las “semaneras”, se adueñaron de éstos.

Esta disputa llegó hasta el Ayuntamiento que determinó darles tres cuartas partes de los más de 80 lavaderos existentes, con la condición de que permitieran a las mujeres que no pertenecían a su gremio que pudieran lavar su ropa.

Los lavaderos de Almoloya fueron también motivo para que las mujeres empezaran a levantar la voz y para demandar mejores condiciones, las que plasmaron en escritos solicitando la limpieza del desagüe. Otra queja fue la venta de los predios cercanos, que les quitaron espacio para asolear su ropa.

“Estas fueron las primera formas de participación política de las mujeres en demanda de sus derechos, que no van a ser por el voto, sino por cuestiones que tienen ver con sus actividades cotidianas como el agua, lavaderos, basura y otros servicios, donde las mujeres comprendieron que si no encabezaban sus propias demandas, nadie hablaría por ellas”, afirmó la Investigadora.

Pero los lavaderos durante siglos se convirtieron en lugares de convivencia y aculturación para las mujeres y de socialización para los niños que acompañaban a sus madres, cuando éstas no tenían con quien dejarlos en su casa.

En estos lugares, muchas veces las mujeres dirimían sus diferencias y manifestaban sus coincidencias, de ahí la frase: “ahí en el lavadero”, que no pocas veces fueron testigos de enojos y amistades, pero también eran el centro de información, de donde se publicitaba lo privado, como señala una frase muy utilizada: “lo oyó en el lavadero”, señaló la Doctora en Historia.

EN EL LAVADERO TAMBIEN SE APRENDE

Los lavaderos se convirtieron en fuente de conocimiento y transmisión de información, que se fue pasando de generación en generación. En estos lugares, entre plática y plática de actividades cotidianas y eventos extraordinarios que vivían, las lavanderas se intercambiaban fórmulas de cómo blanquear y desmanchar la ropa.

Y es que no todas las manchas son iguales, sólo basta ver qué actividades se realizan en la familia. No es lo mismo la ropa de un carnicero que la ensucia de sangre, un mecánico que se mancha de grasa, el escribiente que se ensucia de tinta, o un pintor que la llena de cal y todos colores.

“Sabían qué hacer con la ropa de algodón, lino, lana, o seda, para todo tenían fórmulas porque hay de manchas a manchas, de telas a telas y de lavanderas a lavanderas; antes la ropa era tallada a mano y la muestra aún queda en los lavaderos que tienen marcados los puños de cientos de mujeres que sobre ellas trabajaron”, resaltó Huerta Jaramillo.

Y es tal su forma de trabajar que en el siglo XIX, cuando aparecen las tintorerías, se contrata a mujeres que son preparadas en la Escuela de Artes y Oficios donde aprenden la limpieza de los nuevos diseños de telas y aplicación de aguarrás o petróleo, para desmanchar

En sus inicios los sábados las mujeres elaboraban su propio jabón, y lo hacían con la grasa de la carne que comían en la semana. Cuando ya estaba hirviendo le agregaban las cenizas del rescoldo del bracero o tequesquite.

Con este jabón blanqueaban la ropa y lo que sobraba lo aprovechaban para tallarles a los niños los codos y bañarlos, de ahí la tradición de que “sólo nos bañamos los sábados”, explicó la investigadora universitaria

“Lavanderas en el tiempo”, es un libro que va dando cuenta de la historia que se da en torno a este oficio de mujeres que en las últimas décadas con la llegada de las lavanderías ha incluido a los hombres.

PERFIL DE LA INVESTIGADORA

Ana María Dolores Huerta Jaramillo

• Licenciada en Historia por la BUAP.

• Maestría en Historia de México por la UNAM.

• Doctorado en Historia por la UNAM.

• Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

• Perfil PROMEP.

• Profesora Investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades BUAP.

• Autora y coordinadora de 10 libros.

• Artículos en revistas nacionales e internacionales.

• Teléfono 2 29 55 00, ext. 5997

• Correo Electrónico: amadohgmail.com

En la lucha histórica de las mujeres por lograr un ingreso económico propio, las primeras lavanderas que surgieron casi a la par con la ciudad de Puebla, merecen un lugar especial. Desalojadas y despreciadas por afear el entorno urbano y contaminar el agua, se convirtieron en ejemplo de las primeras luchas que no son por el voto, sino por la demanda de servicios.

Visto en: statuspuebla

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